Que se joda el viento

La foto la hizo: Marina Varó

En esta imagen está el tiempo. Hay más de tres años de los que he querido desprenderme: alrededor de mil doscientos días con todos sus momentos y sus respectivas consecuencias. La mala costumbre de asociar el tiempo a números, agujas y péndulos impide que veamos que está de manera simbólica en todo lo que nos rodea. Lo descubrí con una de tantas frases de Rayuela que guardo subrayadas: "No estábamos enamorados, hacíamos el amor con un virtuosismo desapegado y crítico, pero después caíamos en silencios terribles y la espuma de los vasos de cerveza se iba poniendo como estopa, se entibiaba y contraía mientras nos mirábamos y sentíamos que eso era el tiempo".

Cuidé esa parte visible de una etapa de mi vida a base de agua fría, golpes de sol y aire. Bailó con la arena fina del Sahara, se enmarañó con el viento que sopla a orillas del Danubio, donde nada lo para. Se enfrió con la nieve vasca y besó las dunas de Doñana. A algunos lugares, cuando el viento soplaba a favor, llegó antes que yo. Conoció tantos lugares, desde tantos filtros de colores que alberga, no sólo más recuerdos que yo misma, sino más formas de recordarlos. Le di un ultimátum: "cuando llegues al culo, te corto", pensé sin saber que llegaría a su meta en el mismo momento en que necesitaría desprenderme de todo lo que lo había llevado hasta allí.

Ahora nuestros caminos se bifurcan, sólo llevamos dos días separados y no lo echo de menos. La añoranza, como todo, es cuestión de tiempo, un poco más, por eso he buscado una razón por la que no arrepentirme un día cualquiera y va a ir a un lugar mejor, donde lo necesiten más que yo.

P.S. : "Que se joda el viento".