martes, 13 de septiembre de 2011

Mi cuaderno galés con letras chinas

Un jardín, el sonido del agua de una fuente, un sol indulgente, viento suave, té, chocolate, olor a comida de la que huele bien y una libreta por estrenar. No necesito más. Un río alegra las vistas desde el albergue. No es bonito, pero es un río y da un toque especial a esta calle de casitas de cuento. Las calles de la ciudad son tranquilas; la gente, agradable; y el acento no es tan complicado cuando ellos no quieren que lo sea. He llegado hasta aquí sin motivo ni fin. También sin billete de vuelta: he decidido eximir este momento de dictaduras de reloj y calendario.

Lo bueno de este viaje es lo de todos...


Son las primeras impresiones que recogí en mi cuaderno de viaje durante este verano en Gales. No pretendía publicar lo que escribí (ni pretendo seguir haciéndolo), pero hoy vuelvo a ser libre y no he podido evitar recordar los últimos meses y preguntarme qué voy a hacer con los próximos. Porque es una adicción y es un monstruo que ha decidido quedarse a vivir en mis pies: ya no puedo estar quieta.

Mientras se me ocurre algo, he vuelto a repasar esa libreta que llegó vacía y volvió llena de personas y de momentos; de algún que otro dibujo e incluso de una canción infantil taiwanesa sobre caracoles presumidos que algún día cantarán mis hijos. Cuando pregunten, les hablaré de Chiao Ling, de Steffan, de Ana, de Romain, de Antonio, del señor que hace el mejor helado casero de la historia, de cuando descubrí que jugar al ping-pong no se olvida y me enganché con las mismas ganas de la pre adolescencia, día tras día, y de tantas niñas que me recordaron aquellos días en los que el mero hecho de que alguien te hiciese una pulsera de lana o te dibujase una mariposa te convertía en el ser más feliz que has conocido. Recordaré a una en especial: la que me hizo llorar cuando descubrí lo duro que es explicar a una criatura con los ojos mojados y la cara de Pipi Langstrump por qué no te va a ver más. Jugar con niños en Rhondda Valley fue quizá la parte más inesperada del viaje y, no sé si por ello, la mejor.

Dejo algunas fotos que hice en Cardiff el día que el sol se cansó de esconderse de los galeses:





2 comentarios:

  1. Cuando uno viaja es cuando uno aprende a vivir... Te quiero leer más

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  2. No sé si por inconstancia o timidez o ambas, no actualizo mucho...Pero prometo hacerlo más. Gracias Raúl :)

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