lunes, 17 de diciembre de 2012

Lo malo si breve...

No suelo hablar mal de los libros. De hecho, sólo escribo sobre lo que leo cuando tengo algo muy, muy bueno que decir, porque me gusta compartir lo que merece la pena y convencer a la gente de que tiene que leer cierto libro antes de morir. Salvo alguna excepción que ha caído en mis manos por error u obligación  y de la que me siento en la obligación de advertir (véase algo de Zoé Valdés o Dan Brown). Son excepciones, digo. Voy a hacer otra, y la haré porque me molesta que escritores, traductores y/o editoriales muestren un nulo respeto por sus lectores.
Compré La sinfonía del tiempo breve (Seix Barral, 2010) hace unas semanas por una razón y, desde luego, no fue por su fea e ininteligible portada:  lo encontré por 5 euros. Por eso y por que alguien escribió: "Una fábula en la que se entretejen recuerdos a escritores amados, desde Calvino a Conrad". Y pienso: Ja. 

He llegado a la página 31 y no pienso seguir. He llegado a la página 31 y ya he encontrado varias faltas de ortografía, incoherencias, y repeticiones sin intención aparente que huelen a primer borrador. No pienso seguir sufriendo con una historia en la que sus protagonistas se sientan "en la mesa" a comer, por ejemplo, porque creo que es un error que todos, de letras o no, debimos superar a los dieciséis o así.

Concederé el beneficio de la duda a su autor si alguien me convence de que merece la pena que aprenda italiano para comprobar que una mala traducción o edición destrozó un buen libro. 

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